El planteamiento del senador liberal Ever Villalba de abandonar las relaciones diplomáticas con Taiwán y unirnos a China Continental para lograr así más donaciones no solo propone mostrarnos a nivel internacional como un país mendicante, sino que nuestra carta de presentación sería la de una nación con valores democráticos supeditados a recursos económicos extranjeros, factor que nunca debería ser la base para la política exterior de un país soberano como el Paraguay.

Fuente: cuartopoder.com.py

La posición del legislador del PLRA quedó manifestada luego de un viaje al país comunista. Bastaron solo unos días para que Villalba quedara fascinado por las promesas de prosperidad realizadas por un régimen con fama de usar la coerción y la subordinación política de los países que optan por estrechar vínculos con el país dirigido por Xi Jinping.

Desde la Presidencia de la República del Paraguay está claro que la opción más conveniente es Taiwán, según lo expresó días atrás el presidente Santiago Peña. «Nosotros no estamos dispuestos a renunciar a una amistad con el Gobierno de la República de China Taiwán», dijo el mandatario.

Para Juan Carlos Cardenal, periodista e investigador especializado en la internacionalización de China, el desembarco de Pekín en América Latina hace más de dos décadas, se hace evidente que los beneficios de su presencia quedan eclipsados por el impacto socioambiental y otros efectos negativos. «Frente al discurso optimista de las élites, el riesgo de la región con China es caer en la dependencia económica y en la subordinación política», afirmó.

Cardenal menciona los casos de Costa Rica y Perú, dos de los tres países del continente con tratados de libre comercio (TLC) vigentes con Pekín. Una década después de su entrada en vigor, San José reconoce que «no ha sido comercialmente exitoso»; de ahí que se respire en el país centroamericano un aire de cierto desencanto por la oportunidad perdida con China luego de su ruptura diplomática con Taiwán en 2007. En el caso peruano, el 96 % de sus exportaciones a China son productos mineros y pesqueros, un comercio que apenas aporta valor. Al contrario, el 48 % y el 43 % de sus respectivas ventas a EUA y la UE son productos de valor agregado.

«La aspiración de Xi Jinping es cambiar el actual orden internacional, que considera hegemónico para EUA y excluyente para China, pero no para hacerlo necesariamente más justo, como difunde la propaganda oficial, sino para influir en él al objeto de hacerlo más seguro para sus intereses. Este planteamiento encierra una consecuencia perversa, de la que América Latina debe ser consciente: un orden internacional de esa naturaleza y basado en una unidad de naciones económicamente dependientes de China y, por tanto, subordinadas a esta, no es probablemente el mejor camino hacia la prosperidad y la libertad en la región», indicó el investigador.

Por su parte, Martín Hala, sinólogo de la Universidad Carolina de Praga, indicó que la economía en China no es independiente de la política del Partido Comunista Chino. El sistema político influye directamente en la economía, por lo que las empresas chinas nunca pueden considerar únicamente los aspectos económicos de sus actividades.

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